lunes, 25 de enero de 2010

Poesia: Antonio Osuna Ropero



ORÍGENES

El discurrir de tanto héroe bajo
los arcos, el perfume vicarial
de cada(todo) uso, la pesada intención
de tanta frase, el interminable mugido
de la vaca sagrada
nos hacen retornar, ahítos
e indigestos,
a los paisajes que acunaron
nuestras plantas, a la verdad rotunda
de la piedra, a la raíz preñada
de la greda, al incipiente temblor
de las corolas...

Esta máscara no es
una máscara.
La madera africana ha desvelado mi
verdadero rostro.

No es renuncia, sino hastío
del exceso.

Mi billete, sólo
de (vuelta) ida.



POETA

Se miró largamente
en el espejo.
Vió, al fin, su esqueleto
transparente y poderoso.
Con la seguridad
del náufrago
abandonó maletas
en el andén solitario.

Miró hacia atrás,
volvió sobre sus pasos
y quiso recuperar el violín.

El tren partía inexorable.
En el vagón de insolventes
ahuyentó sus arañas.
Se abrió las venas
y repuso los tinteros.

Sus ávidos sentidos
digerían lo inédito.
Gimió envuelto en placentas.
Cierta gente le vio coronado.

Campos y ciudades
se abrían al paso de aquel tren,
como un Mar Rojo
bajo la estrella del alba.


Antonio Osuna Ropero

IMAGEN DE OSCAR MUÑOZ


lunes, 18 de enero de 2010

LA REVOLUCIÓN PACÍFICA


From EL ESPOLÓN

En algún lugar leí que la lengua española poseía bastantes sustantivos que no expresaban realidades sino aspiraciones a ciertas realidades. Me refiero a términos como “felicidad”, “sabiduría” o “justicia”.

Muy a menudo me he preguntado si la palabra “paz” pertenece o no a este género de vocablos. O, dicho de otra manera: después de examinar la historia de la Humanidad siglo tras siglo, una historia de guerras sobre guerras y cada una de ellas más terrible que las anteriores, me pregunto si el concepto de paz no será en sí mismo una ilusión imposible, una quimera o, a lo sumo, el espacio de tiempo entre dos guerras.

En el prólogo de la “Celestina”, Fernando de Rojas, citando a Heráclito y, sobre todo a Petrarca, nos explica que “todas las cosas deben ser criadas a manera de contienda o batalla” y que los astros, los animales y los seres humanos se hallan siempre en constante guerra.

Cierto que la naturaleza nos enseña como cada animal lucha por la supervivencia suya y la de sus cachorros y a menudo mata para procurar su manutención. Cierto que cada especie posee sus propias armas y estrategias de ataque o defensivas, pero en el reino animal, a diferencia de lo que ocurre con los seres humanos, no existe la codicia ni la ambición. Ni siquiera entre las industriosas hormigas, que durante el tiempo bueno almacenan pacientemente para el largo invierno, existe esa oscura pasión de poseer más de lo preciso, pues entre ellas reina la concordia y el bien de cada una es el bien de la comunidad.

El humanista Luis Vives afirmaba tajantemente que  “todo aquel que tiene más de lo que necesita es un ladrón”. El problema radica en que los hombres nos estamos creando nuevas necesidades de forma constante. Mis viajes a naciones del tercer mundo me han enseñado que se puede vivir con muy poco, casi con nada, y no por ello se es menos dichoso. Diría más: esas personas, siempre con la sonrisa en los labios,  esos seres humanos que cuentan sólo con lo imprescindible, se encuentran más cerca de la felicidad que nosotros, los epulones, los hartos en el festín de este mundo. Y por supuesto: nuestra hartura se sustenta de sus privaciones y de su explotación. La historia de la Humanidad es la historia del abuso de unos hombres sobre otros y el brutal neocolonialismo que hoy padecemos constituye sólo el último horror, el postrer eslabón en esa cadena gigantesca de iniquidades y desmanes.

Cuando yo contaba sólo ocho o diez años, este país era mucho más pobre, pero la solidaridad entre los españoles de entonces haría avergonzarse a los de ahora. La abundancia corrompe nuestros ánimos y nos hace creernos con derecho a todo, incluso a pisotear a los demás. Y los deseos humanos, como el tonel de las Danaidas, no tienen fondo.

En la conquista española de América no faltan otros ejemplos de crueldad extrema. como aquellas atrocidades que López de Gomara nos cuenta de Vasco Núñez de Balboa y sus perros alanos que despedazaban a los indios antes de quemarlos, en especial a los que practicaban la sodomía. Curiosamente, el historiador nos ha dejado incluso el nombre de dos de aquellos feroces canes que se ganaban su paga como si fuesen soldados: Becerrillo y Leoncillo.
Y más cerca en el tiempo recordamos la matanza de españoles por las huestes de Abdel krim en Monte Arruit donde sus cadáveres fueron hallados con sus propios órganos genitales en las bocas o las de los judíos a manos de los nazis, o las de los palestinos a manos del ejercito israelí. Como podemos comprobar, las torturas de Abu Graib o las de Guantánamo son sólo algunos de los últimos capítulos de la iniquidad humana. ¿Es connatural en el hombre la crueldad? Yo creo que sí; la escena antes referida de los niños quemando el escorpión viene a decírnoslo. Pero la grandeza de ser hombre o mujer radica precisamente en derrotar algunos de los instintos negativos que anidan en nuestro interior.  Para ser uno mismo hace falta ser vencedor de uno mismo. Pero así en lo privado como en lo público existen muchísimos caminos fáciles que nos guían hacia la violencia.

Durante el largo periodo que padecí obligatoriamente en la Academia  militar de Segovia, cada mañana me detenía ante una máxima latina que en broncíneas letras destacaba sobre un muro: SI VIS PACEM PARA BELLUM”.  “Si deseas la paz, prepara la guerra”; ésta ha sido la idea que ha dominado a la Humanidad siglo tras siglo: la paz sólo será posible si se nos teme. Cuanto mayor sea nuestro arsenal, más seguros estaremos.

Los políticos de todos los tiempos se han llenado la boca con palabras grandilocuentes, pero su único fin consiste en mantenerse como capataces de esta gran plantación llena de esclavos que es y ha sido siempre el mundo.

La misma palabra “democracia”, que siempre está en la boca de cualquier político actual, supone una gran mentira. Este verano viajé a la India donde millones de persones sobreviven o sobremueren entre montañas de basura y charcas de negra inmundicia. Hoy acá y mañana allá, aquellos son sus territorios. Allí nacen, comen, se reproducen, defecan, sueñan y mueren. Sin posibilidades de educación ni de asistencia médica, la mayor parte de ellos no llegan a cumplir los ocho años. ¿Quién ha censado a todos estos hijos de la miseria? ¿Quiénes de los que alcanzan la mayoría de edad acuden a votar? ¿Cómo sabe el gobierno democrático de la India quiénes nacen y quiénes mueren si muchos de ellos no cuentan ni siquiera con una chabola? Yo los he visto tiritando de hambre, moribundos, sin otro anhelo ya que el de pasar a otra reencarnación, y he visto a los jeques y a los multimillonarios en los jardines del Taj Majal Palace. Y sé que ésta es una de las naciones de economía emergente hasta el punto de ser ella la que compró la mitad del oro del banco de España sólo un mes antes de que estallase la crisis que hoy asuela el planeta. Sin embargo, el gasto social del gobierno indio no se ve por parte alguna.

Pero vengamos a la civilizada Europa o a los Estados Unidos de Norteamérica. Nuestras perfectas democracias también me parecen de cartón piedra. Los partidos políticos de izquierdas y derechas son los brazos de un mismo cuerpo, el gran capital, y que ganen las unas o las otras no depende apenas de lo que el país quiera o necesite sino del dinero invertido en la campaña: quien más tiene, puede engañar más y mejor.

Los medios de comunicación y su extraordinario desarrollo en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI han representado un arma potentísima utilizada por los políticos para sus fines. Resulta patético descubrir la lucha por el control de esos medios de comunicación y ver como intentan hacernos populares y simpáticos a esos personajes  cuyas miras no tienen más límites que los de su ambición. Es curioso observarlos sonrientes y seguros de sí mismos en los foros económicos internacionales, siempre en connivencia con los banqueros. Allá se reparte la miseria o la prosperidad de los reinos de este mundo mientras en las calles, los policías, nuevos pretorianos, golpean y matan a veces a algunos jóvenes que gritan contra la globalización y contra algunos de sus horrores como el de usar para combustible las semillas que aliviaban parte de la hambruna de los países pobres.

Nos aseguran que éste es el mejor régimen posible. Por supuesto, yo lo prefiero a todas las dictaduras, pero, ¿no nos encontramos ante otro modo más sutil de dictadura? ¿Por qué cerrarnos a la idea de que no es posible otro sistema? Porque no intentar inventarlo o construirlo? Miremos más allá de la ideología de nuestra propia época. Un nuevo orden mundial puede estar en puertas.

Hasta este momento he hablado del horror, de la codicia de los poderosos, del germen de crueldad que existe en el interior de las personas y que es necesario vencer, de la monstruosidad del capitalismo desmedido y la globalización…, pero ahora descubriré de todo ello una nueva perspectiva.

En los días previos a la segunda guerra mundial, Leonard Woolf, con verdadera lucidez, declaraba que “la amenaza esencial de la civilización no residía tanto en la atrocidad de los bárbaros como en la desunión entre la gente civilizada”. Hoy esa desunión está desapareciendo.

Hace unos meses, cuando Barack Obama fue proclamado presidente de los Estados Unidos, millones y millones de personas lo celebraron llenos de esperanza en un mundo mejor. Ahí estaba de nuevo esa multitud dispuesta a apostar por la solidaridad, por la tolerancia y por la paz. Pero, desafortunadamente, en esta ocasión todos se equivocaban. Los políticos, con independencia de que representen a las derechas o a las izquierdas, nunca pueden ser la solución. Y no pueden serlo sencillamente porque están hipotecados con quienes financiaron su campaña electoral, o sea con el capitalismo feroz. El presidente Obama puede ir de acá hacia allá lleno de hermosas palabras y gestos de buena voluntad, pero no va a arreglar nada. Respecto a la problemática de Oriente Medio, por ejemplo, no podrá detener los asentamientos judíos en Cisjordania ni muchísimo menos conseguirá la creación de los dos estados. No podrá hacerlo porque a Israel (al menos al ochenta por ciento de los israelitas con derecho a voto) no le interesa. Y, claro está, Israel cuenta con el apoyo absoluto de los mandatarios mundiales del sistema capitalista: esos anónimos personajes que constituyen el consejo ejecutivo del Fondo Monetario Internacional.

¡No! Un político nunca puede ser la solución, puesto que se trata sólo de un capataz de los verdaderos amos.

Quienes únicamente pueden imponer un orden mundial nuevo basado en los ideales de la revolución francesa (igualdad, libertad y fraternidad) son los individuos o más concretamente la suma de los individuos. Ya Marx pedía a los proletarios de todas las naciones que se uniesen, pero de la caída de los regímenes comunistas tenemos que aprender ahora la lección. No sólo es necesario unirse sino también impedir todo sometimiento dictatorial e impedirlo sin usar la violencia. Hablo de una revolución pacífica. Gandhi nos enseñó el camino: la resistencia pasiva. ¡Cuántos abusos pueden corregirse, por ejemplo, boicoteando el uso de ciertos productos! ¡Qué maravilla disponer de internet para poner de acuerdo a las multitudes!.

Una paz impuesta por las armas no tiene futuro. ¿Cuánto duró, en realidad, la paz augustea? ¿Cuántas generaciones serán necesarias en Gaza o en los Balcanes o en Irak para que se apague el odio?

Yo soy optimista porque compruebo que día a día crece el número de los comprometidos con esa revolución pacífica, aumentan las oenegés y cada vez al gran capital le resultan más difíciles sus manipulaciones y ocultamientos porque continuamente aparecen voces nuevas que denuncian y nuevos valientes que ante los foros económicos mundiales se dejan arrastrar por los nuevos pretorianos.

Es necesario poseer espíritu crítico y enseñar a los demás a tenerlo y cada cual puede hacer mucho desde su puesto en la sociedad. El que es profesor, lo hará con sus alumnos; el que es obrero, con sus compañeros de trabajo; el periodista, siendo fiel a la verdad… Espíritu crítico y solidaridad: he ahí los pilares sobre los que debe asentarse la revolución pacífica, una revolución que ya cuenta con magníficos precursores como Noam Chomsky o Ernesto Sábato, una revolución que ya está en marcha y que nadie podrá detener.

Fernando de Villena.

Fernando de Villena nació en Granada el 8 de Noviembre de 1956. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Ha publicado más de doce libros de narrativa, entre los que destaca la novela “El hombre que delató a Lorca”; varios libros de crítica literaria y poemarios. Cada uno de sus libros es una aventura distinta, unidos por el culto a la palabra, el amor al pasado, el gusto por las imágenes nuevas y por el color, la emoción por la naturaleza y, sobre todo, por la búsqueda de lo bello y lo misterioso.

Ha recibido numerosos premios, como el Ibn Gabirol convocado por el Centro de la Generación del 27. En 2009 ha obtenido el XV Premio Andaluz de la Crítica Literaria concedido por la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, por la obra “El testigo de los tiempos”.

viernes, 15 de enero de 2010

SALUDO --- REVISTA Nº 5 ESPOLÓN




UN AÑO ESPOLONEANDO
“El Espolón” acaba de cumplir un año. ¿Merece ser celebrada tan corta andadura? Claro que sí. Motivos no faltan. La primera vez siempre es especial. En todo. Miren, si no, cómo los padres primerizos suelen tirar la casa por la ventana en el primer “cumple” de sus primogénitos. Aunque el neonato se pase la fiesta durmiendo como un bendito. Luego vienen más cumples, más hijos, los cumples de los amiguitos, etc. y ya los aniversarios se transforman en una rutina más de nuestras vidas. Desde luego, nosotros no estamos todavía en esas. Acabamos de nacer y tenemos un camino por delante.

Un año ¿es mucho o poco? Depende. En la vida de una persona quizás no sea mucho; en la de un fanzine, que es la verdadera naturaleza de “El Espolón”, parece suficiente tiempo como para ser festejado. La edición de fanzines es una actividad que no suele perseguir intereses económicos, siendo por regla general gratuitos o con un coste mínimo para pagar gastos de producción. Al depender del tiempo libre y el esfuerzo desinteresado de sus creadores no suelen durar mucho, ya que no reciben compensación monetaria. Pero nosotros, aunque no dispongamos de mucho tiempo libre, sí que nos queda un poco de romanticismo para embarcarnos en esta aventura, para “pasar” de ganancias, para pagar los costes de nuestro propio bolsillo… Y también nos queda mecha suficiente, al menos para algún número más, aparte del que tiene en sus manos. ¿Por qué? Porque editar “El Espolón” cuenta con una ventaja indiscutible: publicar de forma libre y directa, sin ataduras ni intereses para con terceros (entiéndase partidos políticos, religiones, empresas, editoriales, etc)

Esta revistilla “probe”, gratuita, hecha con los medios más baratos y rudimentarios, puede ser tachada de cualquier cosa, incluso de cutre; pero tiene una virtud: la de proponer, como aquellos fanzines de los años 70, una interpretación original de las cosas que poco tiene que ver con la visión de los medios de comunicación tradicionales. No estamos sujetos a modas, corrientes, estilos, líneas de pensamiento, etc. “El Espolón” es un territorio para la heterodoxia, en el que tienen cabida mucha gente y muchas corrientes. (Esto es una invitación para ti, si aceptas implicarte). Además, en un tiempo en que todas las ventanas se abren casi obligatoriamente en internet, “El Espolón” mantiene, continuando con el paralelismo de los históricos fanzines, el formato de papel y la distribución en mano. Todo un reto. Esto no quiere decir que rechacemos las nuevas tecnologías, que nosotros asumimos e incorporamos a nuestra actividad con el fin de llegar a más gente, a otros lugares a los hace una década ni soñábamos con la posibilidad de hacer llegar nuestra humilde voz. Visiten, si no, espoloneando.blogspot.com.

Hemos festejado nuestro aniversario en una plaza llena de gente, con la lectura del “Manifiesto por la Solidaridad”, con presencias y ausencias significativas, con actuaciones musicales, en fin, a lo grande. En la celebración de un primer cumpleaños hay una sola vela y todo es tarta. Con el tiempo suele pasar lo contrario, que haya que poner muchas velas en una tarta escuálida y birriosa. Un signo de decadencia, el anticipo de un final ya presentido. Pero a nosotros nos queda mucho para llegar a eso.


“El Espolón” goza de buena salud. Bien se merece un brindis.
Antonio Osuna Ropero