viernes, 5 de febrero de 2010

DE ARMARIOS Y ATAUDES


DE ARMARIOS Y ATAUDES

Querido ser invisible:

He pasado por casualidad cerca de un armario y escuché cómo desde su interior se proferían insultos hacia mí, hacia mi ex, hacia mis amigos, hacia gente que conozco y personas que no conozco pero sé muy bien que quieren expresarse libremente. Quisiera que me entiendas para que al menos sepas a quién insultas, y por eso quiero puntualizar unas cuantas cuestiones.

Es estúpida la típica afirmación “Yo soy gay pero no voy gritándolo a los cuatro vientos”, como si nosotr@s lo hiciéramos. Yo no grito a los cuatro vientos que soy gay, simplemente vivo mi vida con naturalidad, tal como lo hacen las personas heterosexuales. Pero hay que ser muy tont@ para no darse cuenta que se puede expresar la propia orientación sexual e identidad de género sin gritarla. L@s heterosexuales no gritan a los cuatro vientos “Somos heterosexuales”; simplemente salen a la calle de la mano con la persona a la que aman, no lo piensan dos veces antes de darse un tierno beso o un cálido abrazo. ¿No es ésa la mejor forma de decir “Soy heterosexual”? ¿Es anormal? ¿Es gritarlo a los cuatro vientos? ¿No tenemos las personas no heterosexuales derecho a lo mismo? ¿”No lo grito a los cuatro vientos” es tu mejor forma de decir “estoy cómodo en mi armario; de día soy invisible y me apareo en lugares sórdidos bajo las cobijas de la noche”? Nunca he escuchado a alguien decir “no lo grito a los cuatro vientos” sin sentir en esas palabras una amarga y pesada carga de autocensura e hipocresía.

Es increíble a estas alturas también tener que soportar que se diga que los heterosexuales no celebran su Día del Orgullo ni andan desnudos por ahí. No, no celebran su día del Orgullo; simplemente porque nadie les cuestiona su forma de vivir, de amar, de sentir. Las mayorías en una sociedad nunca se sienten amenazadas. Si tu nunca has sufrido a causa de tu orientación sexual y/o identidad de género, te felicito. Pero debes saber que no en todos los casos es así. Y antes de juzgar tendrías que saber que los casos son también diversos: personas que sufren abusos a causa de su orientación sexual y/o identidad de género y otr@s que ven alterada su orientación sexual/identidad de género debido a abusos. Así que es difícil, como siempre, saber qué fue primero: el huevo o la gallina. Pero yo que tú cuestionaría menos y empatizaría más.

La homofobia no tiene ojos, luego no necesitas ser visible para convertirte en su víctima. El odio tiene un falso sexto sentido; ataca a quien presuntamente no es heterosexual. Un armario puede ser tan estrecho que no tenga lugar para nadie más; así el encierro te condena a la soledad, salvo cuando sales a saciar tu apetito por las noches. Yo que tú me cuidaría y me fijaría bien antes de ocultarme. En las tinieblas del miedo, puede ser que confundas un ataúd con un armario. Much@s han intentado esconderse en un armario y han terminado en un ataúd. E irónicamente, lo que callas en tu vida es lo que comentan las malas lenguas tras tu partida. Tu muerte es menos importante que el “legítimos derecho a la defensa” de un “pobre homófobo víctima del pánico gay”. Los inocentes son los culpables, dice Su Señoría. Puede que no haya armario ni ataúd inmune a los cuchillos, pero si pudieras reconocerte después de muert@, te darías cuenta que armarios y ataúdes son tan débiles que incluso pueden ser penetrado por simples palabras. Todo aquello que protegías como un tesoro -tu maldita discreción, tu armario, tus salidas nocturnas- ahora son solamente cinco minuto de conversación en una charla entre vecinos. Los armarios se disuelven, caducan automáticamente tras la muerte. Y no sé tú, pero yo soy una persona, no cinco minutos de conversación entre dos o más estúpid@s irrespetuos@s.

Y mientras tanto vives con miedo, y criticas a quienes viven con orgullo. Y mientras tanto, vives en la mayor comodidad, mientras otr@s se toman la molestia de defender tus derechos, nuestros derechos. Y
mientras tanto, te miras al espejo y ves un hombre o una mujer feliz. Y mientras tanto, en algún lugar hay una mujer o un hombre que no se ve al espejo, que necesita cambiar y que debe lidiar con los prejuicios de una sociedad hostil, incluso de su círculo más cercano. Porque los círculos a veces contienen, otras veces encierran.


Tal vez no sea yo quien deba pedirte que salgas del armario Pero puedo pedirte que saques de tu armario a esa empatía tan necesaria. que la hagas visible; que si no apruebas, al menos no condenes, que pienses, que reflexiones, que analices. No tod@s somos iguales; ni siquiera la propia orientación sexual o identidad de género se encuentra a salvo de las diferencias socioeconómicoculturales. En los sectores más altos de la sociedad los armarios son aterciopelados y acolchados, mientras que entre las personas de bajos recursos pueden ser tan delgados que les deje expuest@s a todo tipo de peligros.

Puedo pedirte si no es mucha molestia, que si no quieres marchar a nuestro lado, al menos te pongas en los zapatos de la gente que conozco y que me acompañan o me han acompañado en el camino; que te pongas en esos zapatos e intentes dar dos pasos sin ser insultado o humillado, que pienses que en esta marcha no estamos tod@s porque nuch@s se ha detenido abruptamente antes. Que pienses que conozco personas que han sido abusad@s sistemáticamente de niñ@ ante la indiferencia de su familia y que hoy tiene más pluma que un pavo real. Ahora la sociedad ya no es indiferente; ya expresa rechazo. ¿Dónde estaban ell@s antes? ¿No rechazan la pedofilia, la pederastia? También quisiera que te calces las zapatillas de esos ojos oscuros que estaban cansados de luchar cuando se cruzaron en mi camino; que ya llevaba un intento de suicidio a temprana edad a causa del sistemático rechazo por parte de sus compañeros de aula. Quiero que sepas que soy fuerte y que puedo luchar por mí y por los demás, pero a lo único que soy vulnerable es a esos ojitos oscuros cuando se hacen agua. Hoy en día él marcha a mi lado, y -mejor aún- ha sido por iniciativa propia, no por mi intervención. Eso alivia la pena que me da saber que tú no nos acompañarás. Quisiera que cuando te pongas en mis zapatos también cargues mi bandera; es sólo de tela con un simple mástil de madera, pero pesa tanto que much@s han caído bajo su peso. A veces es como una cruz, pero la cargamos con orgullo. Con mucho orgullo.

Es irónico que cuando eras pequeñ@ tuvieras miedo al monstruo que vive en el armario y que acecha por las noches y que hoy, ya crecid@, seas un okupa del armario y tengas miedo al monstruo que vive fuera de tu clóset. No te preocupes; nada ha cambiado desde que eras pequeñ@: el mosntruo sigue siendo imaginario y no hay nada que temer.

Querido ser invisible: no creo en seres imaginario, no creo en el monstruo del armario. Pero tú eres invisible, no imaginario; eso es distinto. Creo en tí. No te tengo miedo. Sé que no eres invisible sino que tan sólo te ocultas en las tinieblas. No te tengo miedo y espero que tú tampoco me temas. Toma mi mano y te ayudaré a salir, pero si no te atreves, siempre tendrás a alguien que te aconseje y te escuche. Me sentaré junto a tu armario, te traeré algo de beber y de comer, responderé preguntas y haré lo que sea para darte una mano. Tal vez algún día tengas el valor suficiente para salir y darme el abrazo más fuerte y duradero del mundo. Hasta que ese día llegue, e pido que no te molestes en insultarme. Mi orgullo es inmune a los insultos. Ojalá pudieras decir lo mismo de tu armario para que así no te vea sufriendo como te veo ahora. Vive y deja vivir. Pero insisto, ¡vive!, que ocultarse no es vivir. Porque, como dice una vieja y buena canción, eso es “permanecer y transcurrir”, no “honrar la vida”.

Colectivo de Gays, Lesbianas y Transexuales de Priego de Córdoba, dirección de correo electrónico:

gaylesb.priego@gmail.com