domingo, 10 de octubre de 2010

LA MAYORÍA DE EDAD (O MADUREZ) FÍSICA, SÍQUICA Y JURÍDICA.







LA MAYORÍA DE EDAD (O MADUREZ) FÍSICA, SÍQUICA Y JURÍDICA.


LOS EFECTOS DE LAS ANTIESCUELAS

¿POR QUÉ EDUCAMOS A NUESTROS HIJOS?

Marco Aurelio nos sugiere la respuesta: “Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos”.

Precisamente para no tener que padecer al hombre “inadaptado”, existe la educación. Educación impartida por maestros en centros escolares; educación en el seno familiar (en franca recesión); educación en el entorno social, la que se recibe en la calle con los amigos en la pandilla y que peligrosamente se ha convertido en “antieducación” y en “antiescuela” ya que la calle es el medio que influye más negativamente sobre ellos -cuando los modelos no son los adecuados-, porque la eligen libremente. Ésta que reciben en la calle es la educación con la que más se identifican, la que más les marca. Y esto pasa porque la calle no les obliga a estudiar, no hay normas estrictas como las hay en el colegio, o puede haberlas (no siempre) en el entorno familiar. Porque desde niños nos resistimos a realizar esfuerzos (de ahí surgió la expresión: “educar jugando”), a que nos fastidien cuando estamos “tan ocupados jugando”. Posteriormente, ya alcanzada la pubertad ,” los juegos” se van haciendo cada vez más peligrosos: tenemos reciente el trágico caso de una niña que reta a otra a un “duelo a muerte”, donde una de ellas muere en el reto; la práctica generalizada del “bullyng” que es hacerle la vida imposible a los compañeros más vulnerables de la clase; sin olvidar las agresiones no sólo verbales, sino también físicas a maestros, a los propios padres o a cualquier ciudadano que se ponga por delante-

Triste realidad ésta en la que la violencia se convierte en indispensable moneda de cambio para los jóvenes, como si haciendo uso de ella reafirmaran su poderío, marcaran (cual fiera) su territorio. Muy a mi pesar tengo que reconocer que la mayor parte de la culpa de que esto sea así, de que haya alcanzado estos terroríficos límites, la tenemos los padres. Porque hemos dejado en la cuneta nuestra responsabilidad. A veces porque el trabajo nos deja poco tiempo para dedicarles la debida atención; y casi siempre, porque cuando estamos con ellos estamos ausentes y el diálogo brilla por su ausencia: unos viendo la TV (para mayor entontecimiento general), otros con la consola, con los juegos de Internet o chateando con desconocidos.

Podemos concluir en que siempre falta el diálogo, el buen consejo, la puesta en común de las vivencias, la exposición de cualquier posible problema. Siempre falta sobre la mesa, no el pan, sino la palabra: ese precioso aire semántico al que llamamos palabra, indispensable materia prima para el diálogo.

El género humano tiene un problema insoluble: existe en él una dicotomía que es una muestra más de su imperfección. (Luego dicen que un ser perfecto nos creó a su imagen y semejanza)

La dicotomía que se produce en nuestros jóvenes no es otra que la diferencia en el tiempo que se da en ellos entre alcanzar la madurez física (pubertad), que se consigue sola con sólo dejar pasar los días, y la madurez síquica que es obra de la educación en centro de enseñanza y en la familia. La responsabilidad jurídica recae en los padres hasta tanto los hijos cumplen 18 años. El joven púber tiene un cuerpo fuerte, musculado, sano. La naturaleza, a todos los cachorros e infantes humanos, con el paso de los días....los hace maduros, adultos, hombres. Sienten la pulsión, el mandato de la naturaleza, por procrear, por perpetuar su especie. Algo normal en todas las especies: se dedican a nutrirse y a copular (costumbre muy sana y recomendable, fuera o dentro del matrimonio, amén) para procurarse descendencia.

El problema está en que, mientras el resto de seres vivos que existen en nuestro planeta llegan a la madurez corporal al unísono con la mental. O sea, son unos perfectos padres protegiendo y alimentando a sus crías tras su primer coito, siendo padres primerizos; en la especie humana esta coincidencia en la maduración no existe. Normalmente la madurez síquica del Hombre no se completa, en muchos casos, hasta 6, 8 ó 10 años (y en algunos nunca) después de la pubertad. Yo no digo que mientras tanto maduran su personalidad, nuestros chicos, no copulen; sino que, previo a ello, los mayores debemos haberles enseñado y educado en el “libro de ruta de la sexualidad”, para que sus relaciones sean sanas y ordenadas.

No sé si utópico, pero sí necesario “libro de ruta” donde, entre otras cosas, los futuros padres aprendan y se conciencien sobre la responsabilidad que conlleva el tener hijos, y sobre su adecuado manejo y educación: un curso obligatorio e intensivo que, sobre el citado “libro de ruta”, deberían realizar los futuros padres antes de iniciar la actividad sexual; para que los demás ciudadanos no tengamos que sufrir las consecuencias de su deficitaria educación.

¿Pero cómo podrán realizar los chicos de 12 ó 13 años el curso que capacite para ser padres, si no se despegan en todo el día de la TV, la Play y la Internet?

Realmente la especie humana es complicada. Pero si no cesamos de hablar y escuchar a nuestros hijos desde temprana edad, podamos conseguir que la justicia no tenga que castigar a los que nosotros no quisimos (o tal vez no pudimos) EDUCAR.

¿CÓMO PREVENIR LOS EFECTOS DE LAS “ANTIESCUELAS” EN NUESTROS JÓVENES?

Pues se debe hacer de igual forma que cuando tratamos de prevenir cualquier otra dolencia o enfermedad: con “medicina preventiva”.

Para empezar, creando los espacios e instalaciones adecuadas donde la juventud pueda “apalancarse” y estar relajada en su tiempo de ocio; de forma que, los jóvenes, no echen de menos otros lugares donde ellos se sienten cómodos y libres, como son la calle o los centros tóxico-musicales (queda sobreentendido que la toxicidad no es inherente a la música). Porque, a pesar de la toxicidad de los “elementos” de diversión que allí se consumen, ningún maestro, ni ninguna otra persona mayor, les va a recriminar ni va a limitarles su utópica libertad. En los espacios de ocio tradicionales, como la calle, discotecas etc, “aprenden la vida” divirtiéndose, aunque las herramientas que usan para ello no son las más recomendables (alcohol y tabaco mayormente).

Además, muchos de los adultos, somos unos desaconsejables modelos para nuestra juventud ya que, siempre que festejamos algo, usamos las mismas herramientas que ellos, y por lo tanto, es una herencia forzosa que les estamos dejando (las antes citadas: tabaco, más o menos aliñado; alcohol, con una amplia escala de gradaciones). Esta herencia que les dejamos, ya se encargan luego ellos de complementarla con algunas otras sustancias estupefacientes: clásicas, de diseño o novísimas, recién sacadas del horno. Todo un amplio abanico de tóxicos para que no quede neurona sin “animar”, ni hígado sin atormentar.

La sociedad y en su nombre el Estado, ramificado en las diversas instituciones públicas que lo conforman, es el responsable de crear espacios destinados a la juventud que sustituyan a los que hasta ahora utilizan. Estos espacios deben estar equipados con todo aquello que la juventud necesita para su divertimento físico y mental y que, al mismo tiempo, no cause daño alguno a ninguna de esas dos entidades. Misión difícil, creo, pero no imposible.

Estos posibles espacios o centros multifuncionales deben de ser del todo incompatibles con el aburrimiento (una de las peores “plagas” para la juventud), para ello, como ya queda dicho, deben de satisfacer las necesidades y pulsiones propios de su edad. Para ello, hay que hacer coincidir el horario de apertura de estos espacios polivalentes con el tiempo de ocio que dispone nuestra juventud; abarcando este horario las 24 horas, si fuese necesario, de todos los días en que los muchachos están ociosos y pueden estar en la calle: fines de semana, festivos con sus vísperas, y todas los periodos vacacionales que existen en el año.

¿Qué joven se resistiría a entrar en una instalación equipada con una amplia oferta de actividades lúdico-festivas, deportivas y culturales? Algunos de los equipamientos que deberían tener estos multicentros podrían ser:

Discoteca con distintos ambientes musicales, territorio para conciertos, gimnasio bien equipado, zona para la práctica de algunos deportes (que no requieran de una gran extensión), piscina climatizada cubierta, sala cibernética para juegos e Internet a libre disposición, biblioteca, sala de conferencias, cine, cafetería-pizzería-burguer..., etc.

Creo que esta lista cubre gran parte de lo que a nuestros chicos les encanta. Solamente habría una restricción (y ya sé que a los jóvenes no les gustan las prohibiciones), algo de lo que no se podría hacer uso dentro de estas instalaciones; ya lo saben: el tabaco, el alcohol, y las drogas de cualquier tipo. ¡AH! ya lo olvidaba, también estaría prohibido usar el “mal rollo”, la intolerancia y la mala voluntad.


Algunos dirán que muchas de estas actividades ya se desarrollan en nuestras ciudades bajo control privado. Pero yo les contestaría que, al sector privado, no le duele la salud de nuestros hijos (solamente se preocupan de su bolsillo), y que es responsabilidad ineludible de las administraciones públicas velar por la salud sico-somática de todos los ciudadanos. Fomentar el viejo axioma de “mens sana in corpore sano “, y el de “más vale prevenir que curar”.

Porque, conseguir que nuestros hijos descubran el gozo a través del deporte y la adquisición de conocimientos, sin por ello tener que renunciar a placer físico (como otro mundo):ES POSIBLE.