jueves, 21 de abril de 2011

Quiebra moral del sistema capitalista

El llamado "cuarto poder", el de los grandes medios de comunicación, está hoy bajo las órdenes del poder político y, sobre todo, del económico.


Uno. Los argumentos económicos son insuficientes para comprender las causas profundas del desastre que estamos viviendo. No solo ha habido "fallos" de la regulación financiera y "errores" de política, como dicen los economistas. Hay algo más intrigante: una quiebra moral del nuevo capitalismo que emergió en los años ochenta del siglo pasado.

El "nuevo héroe" del capitalismo lo quiere todo y ahora busca la rentabilidad inmediata

Sus desvaríos los pagan los ciudadanos con sus impuestos y la pérdida de conquistas sociales

Si no se toma en consideración esa quiebra moral es imposible comprender la crisis financiera de 2008. Y, lo que es más importante, tampoco se ven algunos de los destrozos que deja: la deslegitimación social de la economía de mercado; una deslegitimación que abarca a las políticas que están haciendo los Gobiernos.

Es descorazonador ver cómo se utiliza el argumento del too big to fail [demasiado grande para caer] con el fin de justificar el rescate público de los bancos y el mantenimiento del empleo y sueldo a los banqueros, haciendo pagar al resto la factura con sus impuestos y recortes de gastos sociales. Esa "medicina", además de culpabilizar a las víctimas, aumentará la desigualdad.

El riesgo es, entonces, el desprestigio de la política democrática y la aparición de problemas serios de gobernabilidad de nuestras sociedades.

Dos. Para comprender las raíces de esa quiebra moral, es necesario cruzar las fronteras del análisis económico y adentrarse en otras disciplinas que captan mejor los fundamentos éticos de la economía, basados en valores como la confianza, la equidad, la justicia o la buena fe en las relaciones económicas; y las consecuencias negativas de la desigualdad, el fraude, el expolio o la corrupción.

Esa convicción me ha llevado a coordinar un ensayo colectivo que en su propio título expresa esa necesidad: La crisis de 2008. De la economía a la política y más allá, editado en la colección Mediterráneo Económico de Fundación Cajamar (www.mediterraneoeconomico.com). Junto a la opinión de economistas, incluye la de filósofos, sociólogos, historiadores, periodistas, ensayistas y novelistas. Aunque sus miradas son diferentes, la polifonía de voces no desentona. Al contrario, ofrece una visión más comprensiva, en la que las voces de los economistas se ven complementadas por la de otros pensadores y científicos sociales.

Tres. Los economistas ofrecen cuatro tipos de explicaciones, no excluyentes entre sí, que descansan sobre la idea de "fallos", "errores" y "desequilibrios".

La primera, atribuye la burbuja de crédito y la asunción de riesgos a los "fallos" de la desregulación financiera que propició la desaparición del viejo modelo de banca prudente y aburrida, que mantenía el riesgo en su propio balance, y fomentó nuevas prácticas ("innovación financiera") que llevaron a la toma de riesgos excesivos para esparcirlos por todo el globo.

La segunda, se centra en los "errores" de una prolongada política de bajos tipos de interés practicadas en Estados Unidos (para evitar la recesión posterior a la explosión de la burbuja punto.com a inicios del 2000), y en Europa (para intentar sacar a Alemania de su anorexia posintegración).

La tercera se fija en los "desequilibrios globales", que hicieron que algunos grandes exportadores de manufacturas, como China y Alemania, en vez de consumir esos ingresos crearan grandes masas de ahorro (global savings glut) que financiaron la burbuja de crédito en EE UU y en la periferia europea.

Una cuarta explicación vincula la burbuja de crédito y la burbuja inmobiliaria con la desigualdad. Incapaces de hacerle frente mediante políticas redistributivas, los Gobiernos habrían utilizado el crédito barato y las políticas de desgravación a la vivienda para compensar la caída de ingresos de las clases medias y trabajadoras. El hecho de que la burbuja inmobiliaria haya sido más intensa en los países del Atlántico Norte, como España, parece apoyar esa hipótesis.

Cuatro. Los no economistas dirigen la mirada hacia otro lugar. Buscan las raíces de la crisis en una "quiebra moral" de la economía que se habría producido en los años noventa.

Estamos ante un fenómeno intrigante. Algo sucedió en los ochenta que invirtió la tendencia a la reducción de la desigualdad desde la II Guerra Mundial. A partir de los ochenta la distribución de la renta se hizo más desigual. Los ricos, especialmente en el sector financiero, se han hecho cada vez más ricos.

Las causas no están claras. Coincidió con cambios de diverso tipo: tecnológicos (las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones), económicos (la globalización), políticos (caída del muro de Berlín) e ideológicos (aparición de la ideología del mercado libre de trabas). Pero parecen haber tenido más influencia las políticas desreguladoras y la debilitación de instituciones que ejercían un cierto control social, como los sindicatos y los medios de comunicación.

La caída del muro de Berlín y del socialismo jugó un papel decisivo. Paradójicamente, no solo dejó huérfano de fundamento ético al socialismo, sino también al capitalismo. La vieja ideología calvinista, basada en la ética del esfuerzo y la responsabilidad individual, dejó paso a una nueva ideología donde la retórica de las "leyes impersonales del libre mercado" impediría juzgar la conducta de los actores desde una perspectiva moral. Es decir, la lógica del mercado haría desaparecer el libre albedrío y, por tanto, la responsabilidad individual. La economía quedaría así liberada de fundamentos éticos.

Esta falacia dio carta de naturaleza al "nuevo héroe" del capitalismo. Un personaje amoral, desacomplejado, libre de cualquier tipo de cortapisas, que lo quiere todo y ahora, que busca maximizar el valor de la acción y su rentabilidad inmediata, y no a la creación de valor económico a largo plazo. Además, se beneficia del paraguas del llamado "riesgo moral": sabe que las consecuencias negativas de sus acciones no las pagará él, sino la sociedad que vendrá a su rescate.

Los economistas han tenido un papel importante en esa quiebra ética. Aunque saben poco de cómo funciona el mundo real, practican una economía arrogante, basada en supuestos idealizados del comportamiento económico, que han utilizado para apoyar políticas de libre mercado. Solo una economía humilde, que reconozca que sabe poco sobre los mercados financieros, será fuente de progreso y estabilidad.

Cinco. Si es cierta esta quiebra moral de la economía, la pretensión bienintencionada de que corrigiendo los "fallos" de la regulación financiera será suficiente para acabar con las conductas amorales y meter al genio de la inestabilidad financiera dentro de la botella es un wishful thinking, una ilusión interesada.

La evidencia de que es una falsa solución está en la rápida reaparición de las mismas conductas de riesgo y sobresueldos protagonizadas por los responsables de las agencias de rating y de las instituciones financieras que causaron el desastre y fueron rescatadas con dinero público. Causa sonrojo ver la desfachatez con que vuelven a practicar las mismas conductas. No es que sean inmorales, son amorales. Practican un "fraude inocente".

Una salida estable y duradera a la crisis requiere una refundación moral del capitalismo. No creo que necesitemos otro capitalismo, pero sí necesitamos salvar al capitalismo de estos capitalistas. El problema es que la política ha perdido autonomía y capacidad para hacerlo. Causa desazón ver la confesión de impotencia de David Cameron en el Parlamento británico al señalar que su Gobierno no puede hacer nada para frenar esas conductas.

Pero si la política no recobra su autonomía frente a los mercados financieros, y la sociedad no es capaz de manifestar su indignación ante estas conductas, no habrá límites eficaces a la economía especulativa, a la volatilidad financiera y a la desigualdad.

De ser así, el mayor riesgo de la próxima década será la creciente ingobernabilidad de nuestras sociedades democráticas. Algunas señales apuntan ya en esa dirección.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.

4 comentarios:

Juan T. Llamas dijo...

Bueno, yo debo comenzar este análisis por partes.
Quiero decir que no puedo dejar en un solo comentario todo lo que aquí se dice.

Entonces, esta es la primera parte de mi opinión.

Antes que nada, debo de decir que el capitalismo, como modo social de producción, nunca ha tenido moral.
Y no me refiero a los individuos, sino al sistema.

La moral debe ser entendida como una manera de respetarse los ciudadanos en sociedad, frente a sí mismos, primero, y con relación a los demás, después.

Esa es una piedra de cimiento, repito, de la que carece el capitalismo.

El asunto debe ser explicado desde el mirador materialista-dialéctico.

El Marxismo-Leninismo no es una moda filosófica.
A pesar de lo que crean, digan, griten y lloren los burgueses-idealistas.

Ser una persona moral significa, antes que nada, sentir y tener respeto por los demás. Sean los padres, la esposa, la pareja o los hijos.
Y, de ese modo, alcanzar al prójimo extraño.
Eso está en los Evangelios, ¿no?

¿Cuál es el problema entre nosotros, los humanos?

ESPOLON UNIVERSAL dijo...

EStimado Juan Tadeo, más que cierto que cuando falta la moral y el respeto a los demás, ningún sistema funciona; van en contra del pueblo. Tal como ahora está pasando, aumentándose con la globalización, porque ella está fomantado la especulación y que los ricos sean cada vez más ricos y que haya cada vez más pobres.

Debemos moviulizarnos y hacernos oir. Para el 15 de mayo hay convocadas manifestaciones en toda España, y también en otros países.

Saludos

quebrantandoelsilencio dijo...

Comparto algunas de las opiniones expuestas, sin embargo, no entiendo lo de salvar el capitalismo. Esto es lo que nos ha llevado a donde estamos, no existe un "capitalismo bueno" porque este sistema se basa en la acumulación de riquezas (que son finitas) con lo cual para que unos acumulen otros deben perderlo todo. Esta es la lógica del sistema y no tiene salvación posible.
Coincido en que la solución no vendrá por parte de la política actual sino por parte de los seres humanos.
Un saludo.

Camino a Gaia dijo...

Me temo que la moralidad del sistema capitalista siempre estuvo clara, en un sistema que se basa en el egoísmo individual, de tal forma que buscando el beneficio propio se obtenga finalmente un beneficio general.

Hay algo que me resulta difícil de entender: ¿por qué no incluyen en el análisis los efectos de la crisis energética?
Creo que en esta exposición faltan elementos sistémicos cruciales, mas concretamente los efectos derivados del cenit de la producción del petróleo dado el papel de la energía como elemento básico, como lo es el agua en la agricultura.
El mundo financiero basa su funcionamiento en la especulación sobre el futuro, y en un punto de ese futuro se encuentra un obstáculo insalvable: el crash oil. Según la Agencia Internacional de la Energía, el pico del petróleo tuvo lugar en 2006.
No niego en modo alguno los excesos del sistema financiero, lo que digo es que unido el análisis realizado en el post, con la situación de crisis energética, la explicación de la situación actual es mucho mas coherente, dado que la crisis financiera, la crisis de la especulación sobre el futuro, es la primera a la que nos enfrentamos a la llegada del pico del petróleo. Estados Unidos sabe muy bien cómo se desarrolla el crash oil puesto que lo sufrió en 1971 y tuvo que diseñar su política energética para proveerse del crudo deficitario en el resto del mundo.
Pero con la llegada del crash oil global el modelo económico llega a un punto sin retorno, pues el crecimiento económico solo puede producirse mediante el desplazamiento de riqueza que no del incremento de su producción. Las economías nacionales van cayendo dejando recursos disponibles para poder mantener el crecimiento de otras.
Aquí llegamos al punto en que para que el sistema pueda funcionar solo un tiempo más, es imprescindible socializar las pérdidas.
Enfrentaremos por tanto de forma inminente la incapacidad de crecer económicamente de forma global. Los precios del crudo aumentarán y se harán inestables. El hambre de petróleo se produce cuando no podemos consumir el que necesitamos y no cuando se acaba.

Estamos pues ante un escenario mucho mas drástico e irreversible del que se nos quiere hacer creer. Todos nuestros sacrificios no solo no servirán de nada si la pretensión es recuperar el crecimiento económico, sino que estamos perdiendo tiempo y recursos para adaptarnos y afrontar la nueva situación. La situación económica es la de "hacer caja", por eso las medidas del gobierno no provocan inversión.
Sería muy interesante que expertos de diferentes disciplinas se coordinaran para asesorar al movimiento 15M.

Por si no lo conoceis, se me ocurre recomendar el blog: http://crashoil.blogspot.com/
Su autor, Antonio Muriel, aparte de licenciado en ciencias físicas y matemáticas, es doctor en física teórica y un experto en el tema.