lunes, 28 de marzo de 2011

CONSUME HASTA MORIR

Consume hasta Morir es una página en Internet cuyo propósito declarado es “reflexionar sobre la sociedad de consumo en la que vivimos, utilizando uno de sus propios instrumentos, la publicidad, para mostrar hasta qué punto se puede morir consumiendo”. (http://www.consumehastamorir.com).
Este sitio fue creado por la asociación española Ecologistas en Acción que considera que la destrucción acelerada de la naturaleza tiene su origen en un modelo de producción y consumo cada vez más globalizado y dominado por corporaciones transnacionales, del que derivan problemas sociales, y que hay que transformar si se quiere evitar el colapso ecológico del planeta.
En lo fundamental, Consume hasta Morir plantea que el consumo es una necesidad humana que se satisface participando en el circuito comercial donde la compra de bienes y servicios se realiza a cambio de dinero. Lo malo es que ese sistema comercial se sustenta en la obsesión por vender y consumir.
La publicidad se encarga de mostrar una realidad deformada, tratando de que las personas consuman sin límites, sin reflexionar en los posibles impactos o perjuicios que puedan causar a la salud, al medio ambiente o a otras culturas.
Se nos hace creer, desde pequeños, que para ser felices, debemos consumir todo tipo de productos: viajes, políticos, salud, sexo, seguridad, deportes y mil cosas más.
Se dice que vivimos los tiempos de la publicidad sentimental. Con métodos más o menos ingeniosos, la publicidad promete que el consumo de los productos anunciados resolverá no solo nuestras necesidades básicas, sino nuestros anhelos y aspiraciones personales, laborales, sociales y sentimentales.
Así, el consumo se convierte en consumismo, es decir, en un desenfreno por comprar bienes y servicios que, en muchos casos, se acumulan sin una utilidad concreta pero que se nos venden con el fin de conseguir esa felicidad y comodidad deseada, sin tomar conciencia que en muchas ocasiones eso lleva aparejado el deterioro del aire que respiramos, del agua que nos da vida, o de la tierra que nutre las cosechas.
“Solo se nos enseña a consumir, no a consumir de manera responsable; no se muestran las consecuencias sociales y ambientales del consumo, ni se nos enseña a lidiar con la frustración de no poder consumir todo lo que nos gustaría”, manifiesta María Gonzáles colaboradora de Consume hasta Morir.
En una columna reciente en el New York Times el economista Paul Krugman plantea una pregunta que no es nueva pero resulta fundamental en la actualidad: ¿El agotamiento de los recursos naturales significará un obstáculo para el crecimiento futuro del mundo? Una de las posibles respuestas es que la era de las reservas baratas terminó para siempre, que nos estamos quedando sin petróleo, sin tierras para expandir los cultivos de alimentos y, en general, sin más planeta para explotar. Eso es grave.
Las decisiones más sencillas, las relacionadas con lo que comemos, el transporte que usamos, cómo producimos y botamos la basura, o cómo utilizamos el agua y la electricidad, definen nuestro vínculo con la naturaleza. Esas simples decisiones, sumadas a las de miles de millones de personas, son esenciales para el futuro de la humanidad.
Frente al consumismo que amenaza con la destrucción, es necesario asumir una actitud de consumo responsable que incluya tres dimensiones: la ética, afincada en valores y principios, la ecológica que debe velar por el medio ambiente, y la social que implica solidaridad, equidad y comercio justo.

GRAFITI COMO ARTE: POR PACO TAMAJÓN

viernes, 18 de marzo de 2011

FRIVOLIDAD: POR PABLO GÁMEZ "CORNELIVS"

Nuestro diccionario define la frivolidad como cualidad de superficial o falta de seriedad; falta de profundidad o seriedad en lo que se dice o en lo que se hace. La mayoría de los autores se inclina por definirla como la actitud que consiste en  no tomarse nada excesivamente en serio.

De modo que una persona frívola es incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de nada, siendo superficial por definición, no profundiza en la esencia de las cosas: se queda en la superficie, siempre o casi siempre está de broma; actuando como graciosillo ocurrente en muchos casos. El frívolo opta por la cultura de la representación, diametralmente opuesta a la autenticidad como actitud vital y, desde luego, es todo lo contrario a la profundidad de espíritu y a la seriedad.

Frivolos ha habido siempre. Recordemos a Juan Palomeque, “el Zurdo”, el ventero que manteó a Sancho en la 1ª Parte del Quijote: “que eran gente que, aunque D. Quijote fuera verdaderamente caballero de la Mesa Redonda, no lo estimaran en dos ardites”.

Cada vez hay más frívolos en este mundo. Estamos hartos de verlos en todos los medios, en todos los ámbitos, en todos los sitios: gente que se dedica a vivir sin complicaciones (“a vivir, que son dos días”, utilizando una interpretación muy simplista y parcial del carpediem, pero hasta para esto son superficiales, lo banalizan de modo extraordinario), que no se complican excesivamente la materia gris con lo que ellos llaman  monsergas filosóficas o morales.

Pues…¡para qué hablar de la TELE-basura, y de los programas del corazón, en los cuales se compra y se vende la intimidad  y hasta la mas elemental dignidad de la persona al mejor postor, como quien vende fruta en el mercado! Todo se compra y todo se vende. Famosos que se juran amor eterno que duran lo que dura un corto invierno; y amistades puras, selladas con sangre, que a los quince días se están sacando las tripas en público a golpe de talonario. Eso si: los frivolos suelen presumir de la cantidad de cotilleos que saben (conocen todo de la vida de todos o casi todos los famosos, que para eso no les duele la cabeza) y no dudan en emitir sus profundísimas y salomónicas sentencias sobre estos temas a la más mínima petición de su sabia audiencia. Ademas, estos espectáculos divierten al personal; mientras están viéndolos no tienen que pensar en sus problemas. 

Hay quien dice que la frivolidad es buena para no caer en los fanatismos y/o fundamentalismos, al entender que un pensamiento frágil, carente de ideas fuertes y de profundos sentimientos y experiencias es la mejor garantía contra el fundamentalismo. En mi opinión esto es un grave  error, porque se combate a un error con otro error: se combate a la fundamentalismo con lo contrario: la frivolidad. O calvos o con dos pelucas.  Se olvidan de que “virtus in medius est”: se debe huir de la frivolidad y de los fundamentalismos cultivando los principios éticos y las virtudes, entre ellas, la prudencia, la tolerancia, el respeto, pero, eso si, desde la firme defensa de la idea propia cuando la tenemos clara. El frivolo no tendrá nunca nada claro en su vida. Rozara las superficie de las cosas sin exprimirlas, sin disfrutar de su esencia.

Otros abrazan la frivolidad porque estiman que no se puede estar las veinticuatro horas del dia leyendo o meditando a Seneca, Ciceron o Kant. Es la cultura del todo o nada, o del frivolo perezoso. Estiman que ideas o pensamientos tan profundos son complicados de entender, y no les van esas profundidades filosoficas, pues requieren esfuerzo intelectual por su parte,  de modo que se quedan en la superficie, como las moscas en la leche: en su propia frivolidad. O calvos o con dos pelucas otra vez. Se olvidan de que hay tiempo para todo: tiempo para disfrutar y tiempo para estudiar; tiempo para reirse hasta partirse, y tiempo para la seriedad. Tiempo para lo profundo, y tiempo para lo banal. Larga es la vida si se sabe aprovechar bien. Entiendo que el disfrutar de la vida no está reñido con un mínimo de seriedad en nuestra actitud hacia el mundo, hacia las personas y hacia las ideas; lo cual no significa que tengamos que estar siempre con cara de ajo.

Tambien hay quien abraza la frivolidad como medio de huir de los problemas. Viendo un programa del corazón, o cualquier otro de la tele-basura, no se acuerdan de sus problemas mas acuciantes, utilizando la vida de estos pseudos-famosos como un potente narcótico que no les deje pensar en sus problemas. La frivolidad es para ellos una evasión. Pero sobre todo: no pensar. Faltaba mas. ¡Hasta ahí podemos llegar! ¡Con lo caro que se está poniendo el nolotil…!

Yo creo que la frivolidad no es buena. Creo que debemos huir de ella, al ser intrinsecamente perniciosa, para las personas y para el Estado. Debemos defendernos de la frivolidad con una actitud beligerantemente activa, aunque lógicamente sin violencia. ¿Por qué? Quizás porque creo que la frivolidad es muy perniciosa (si, lo repito)  para el Estado, para la existencia del cual es básico que cada individuo que lo integra tenga convicciones firmes y fundamentales (algo que no tiene el frivolo) sobre temas fundamentales basicas que afectan a la estructura y a la esencia misma del Estado como tal;  como sucede con el respeto a la vida, la libertad, la igualdad, la tolerancia y la solidaridad para con los mas débiles, la forma politica del Estado que desea (monarquia, republica) y la educación en los derechos fundamentales de todo ciudadano. Mi opinión es que sobre estos temas no se puede, ni se debe frivolizar. Eso es la columna vertebral del Estado y de la vida politica del Estado.
Nuestros niños son el futuro. No deberíamos de tolerar la frivolidad, ni que se inculque un pensamiento debil a las futuras generaciones, pues debemos de tener muy claro nuestras convicciones, nuestros principios fundamentales; también tenemos que tener en nuestro bagaje unos valores, si no morales, al menos eticos, un minimo etico.

Un frivolo, como alguien que no se toma nada en serio, puede ser muy peligroso y debemos de huir de ellos como de la peste. Porque con individuos de este tipo no se puede ir a ningun lado. Ademas: creen que saben vivir la vida pero en el fondo no tienen ni idea de lo que es eso, porque nunca profundizan nada: se quedan siempre en la superficie.

Pablo J. Gámez Rodríguez

miércoles, 2 de marzo de 2011

ESTADO DE ALARMA: por Bipolar

ESTADO de ALARMA
-El Estado de Alarma limita al norte con la tristeza, al este con la desconfianza, al sur con la debacle y al oeste con la impotencia. Posee la forma de atolón de coral muerto que rodea a un inmenso lago de ética artificial.
-¡Correcto! Debe domar en sus exposiciones orales ese soniquete tan repipi y monótono. Siéntese. Usted, el de la sonrisa de limón... Defina la casuística de este Estado.
- No me lo sé muy bien Sita porque no he podido estudiar.
-Más vale que tenga una buena justificación. -Y lo miró sentenciándolo a muerte, como si fuera a comérselo de una sentada, con gafas y todo- ¿Por qué no ha podido cumplir con su obligación, jovencito?
-Porque mi padre se ha quedado en el paro. Él y todo el vecindario. Vivimos en un barrio obrero.
-¿Hay otro tipo de barrios?
-Sí Sita, los residenciales.
-¿Y? A pesar de las circunstancias adversas, no veo la relación. Su padre se las ingeniará para hacer frente a este pequeño bache laboral.  ¡Ya me gustaría a mí subirme al carro de la  caridad del subsidio nacional durante una larga temporadita!
- Dice mi madre que mi padre ya no va a cobrar el paro. Que hay recortables y tijeras y niños grandes construyendo casitas de muñecas.

-Comprenda que las necesidades de un Estado están por encima del individuo. Sigo sin acercarme a los motivos de su falta de interés por mi asignatura y espero que su excusa sea lo suficientemente razonable para no expulsarlo ahora mismo de mi clase. ¿No le parece que cinco días de fiesta dan para mucho?
- Me he quedao’ de controlador de mis hermanos pequeños y mi madre todos estos días. Me parecieron una eternidad. No han dejado de llorar, unas veces de hambre y otras por desesperación. O las dos cosas porque no distingo.  Me estalla la cabeza aunque ya no me duele el estómago y la madre me dijo que viniera al “Insti” para ver a los amigos, que me vendría bien para despejarme un poco. Mi padre se pegó un tiro en la sien.
-¿Cómo se encuentra? –la Sita ballbuceó con un estúpido hilo de voz-
-Nos han dicho que viejo no sale de ésta, pero de momento en el hospital está enchufado al suero que alimenta.
El silencio se transfiguró en una bestia feroz de horribles fauces que engulló a la Sita de apellido Superficial y al Estado de Alarma por encima del individuo.
Teresa Arroyo: Bipolar

¿ QUE CONTROLAN ?