viernes, 17 de septiembre de 2010

CAUSAS DE LA CRISIS


CAUSAS DE LA CRISIS
Uno, que por suerte o por desdicha, tiene mucho tiempo libre, no como
el 63% de los españoles mileuristas que se las ven y se las desean para malvivir,
se pregunta quién o cómo se ha organizados el enésimo cacao económico
(crisis económica, vamos) que se ha formado.
Como el analfabetismo español en temas económicos es más que evidente, vamos a ver si podemos dar con algunas claves del por que, como apostilla en premio Nóbel de economía
2008, Paul Krugman, desde hace unos años hasta ahora, las diferencias entre los superricos y la clase media occidental cada vez son más enormes.
Las palabras claves de todo este tinglado son dos: BENEFICIOS Y ESTUPIDEZ
* Beneficios es lo que toda compañía que se precie, debe perseguir y buscar, y no ya sólo las grandes empresas que cotizan en bolsa, sino también, merced a un mundo donde se premia la avaricia, las pequeñas y medianas empresas de pueblo que tanto bien han hecho. Pero claro, como todo en esta vida, los beneficios tienen su asíntota, y por lo tanto hubo una época, allá por los 90, donde estos empezaron a “no crecer”, merced a la finitud de la Tierra que nos alberga.
Pero entonces, a un lumbreras se le ocurrió que como no se podía vender más, entonces habría que reducir costes, y así fue como pies en polvorosa, las multinacionales, cuya unas de las pioneras fue NIKE, subcontrataron su producción en la fábrica del mundo, o sea China, pero
a costa de despedir a miles de empleados tanto en EE.UU como en Europa y de pagar unos salarios míseros y explotar a todo el que se dejara, eso sí, vendiendo la explotación como si estuvieran haciéndoles un favor a los harapientos lugareños.
Para no perder comba, el resto de multinacionales empezaron a hacer lo
mismo, y hoy prácticamente, en el mundo occidental rico, las grandes multinacionales
y no tan grandes, producen un ínfimo porcentaje de sus ventas. Y por supuesto las marcas españolas, y varios empresarios de Priego también, han visto la bicoca en la deslocalización de las empresas locales, disminuyendo los salarios, aunque desminuyan las ventas, hace que la renta final para el dueño o los accionistas, sea superior, y así seguir aumentando los beneficios año tras año.
Hoy, grandes marcas de ropa, como la citada, y otras de distintos ramos, sólo venden una falacia, un mito, solo poseen la marca, ya no poseen fábricas, máquinas, talleres, empleados, materiales etc… no poseen capital productivo en definitiva. El truco está, en subcontratar la producción, y como ya he explicado antes, a explotar los míseros salarios que pagan. (NIKE ha
llegado a pagar 2 € por una zapatilla que vende a 100 € y 0,7 céntimos por
una camiseta que luego vende por 60 €)

Revista El Espolón ‐‐ Pensamiento libre Página 7
Pero todas estas multinacionales, tienen la desfachatez de una política de empresa crítica con los abusos salariales, de explotación infantil etc… en realidad, ellos no explotan a nadie, ya que no producen nada y exigen que sus proveedores no exploten a personas, otra cosa en cambio, son los suministradores que abastecen a los proveedores, toda una maraña de intermediarios
para diluir sus responsabilidades. Ahora estamos sintiendo los rigores de las políticas de beneficios, como por ejemplo los recientes casos de Roca, que trae piezas y recambios de países
con mano de obra más barata, lo que provoca las quejas de sus trabajadores
ya que esto los deja sin trabajo, incluso he llegado a oír a un representante
de los trabajadores de unas de las múltiples empresas con estos problemas
de subcontratación en Andalucía, mentar la palabra “mano de obra esclava”.
Resulta al final que todas las ONGs, antisistemas, ecologistas, miembros
destacados de la ONU, etc… van a tener razón… ¡¡¡Otra vez!!!
* Estupidez es la segunda parte de la explicación de la crisis. Decía Ford
que sus trabajadores deberían de poder comprar sus coches, echo más que
evidente, sino ¿quién te va a comprar parte de lo que produces?
Al deslocalizar la producción y dejar a muchos potenciales consumidores
en la calle, se produce un efecto desacelerador de la economía, pero parece
que esto a los políticos cortoplacistas no les importa, y por supuesto a nuestros
dirigentes en la sombra del IBEX tampoco.
Se debería de hacer un estudio de cuantos parados españoles, y en el
resto de Europa se deben a la migración y deslocalización de empresas a países
con costos de mano de obra más barata. Seguramente no serías muchos,
pero las leyes son implacables, y la ley de rendimientos decrecientes (o crecientes)
hace que si por culpa de una empresa que emigra, se quedan parados
unos pocos trabajadores, esto producirá un efecto desacelerador de la
economía, ya que todos estamos relacionados con todos y con todo, y por lo
tanto, esos pocos dejarán de consumir y el efecto de esta disminución del
consumo se verá transmitido en proporción aritmética al resto de las empresas.

Un claro ejemplo de esto son varias empresas de toda la vida que han
emigrado de Priego, hacía Marruecos. Esto ha hecho que sus antiguos trabajadores
se queden en paro, con lo cual ya no van a comprar los productos que
fabrican y no van a tener tanto poder adquisitivo para gastar en los comercios
locales.
Estupidez por que como bien demuestra Krugman, esta disminución de
las rentas de la clase media, y por lo tanto la desigual distribución de la riqueza, hace que los potenciales consumidores no dispongan de suficiente dinero
para gastar, eso sí, el dinero existe, pero lo van acaparando día a día los ya
muy ricos.
Si la renta no se distribuye, y cada vez hay más flujo de dinero de la
clase media-baja a los ricos, vía impuestos, rebajas fiscales, corrupción etc…
esto hace que al final la crisis nos golpee por quinta vez, como bien demuestran
los ciclos económicos del capitalismo de Kondratieff. Y por ahora, la sociedad
está adormecida y aborregada, pero llegará algún día, en que la crispación
social será tan elevada que el pueblo despertará y verá quién realmente
tiene la culpa de todos lo que nos está ocurriendo, y entonces, lo mismo, la
Revolución Francesa se va a quedar en una peleilla de patio de colegio.
Así que un aviso a los señores que poseen el capital:
¡¡Cuidado, no sean más estúpidos y más avariciosos, por que están
mordiendo la mano que les da de comer!!
Autor: Adrian Toomes

viernes, 27 de agosto de 2010

CARTA LISISTRATA - MAESTRA Y MADRE - SOBRE LOS HIJOS



CARTA DE LISÍSTRATA - MAESTRA Y MADRE- SOBRE LOS HIJOS.
Hace un par de meses, hablando por email en forma coloquial con Lisístrata (que es maestra y madre desde hace al menos 25 años) sobre el futuro tema principal de este número del Espolón (educación y juventud), me hace llegar algunos retazos de su pensamiento al respecto; y como ya he mencionado anteriormente, de forma distendida e informal, sin pensar ella en ningún momento que yo pudiera incluir dichas palabras en el presente número de esta “revista”. Las incluyo, con su permiso, por la naturalidad y gracia con que, tan acertadamente, expresa conceptos tan sumamente importantes sobre la educación de los hijos y alumnos. Su doble condición, de maestra y madre, la hacen fuente importante de sabiduría –y experiencia- por partida doble. Mis felicitaciones y gratitud, desde aquí, a Lisis; extensivas asimismo, a todas las madres y padres, maestros y maestras, que hacen todo lo humanamente posible para que los ciudadanos no tengamos que sufrir las consecuencias de la mala educación de los jóvenes: insufribles futuros hombres y mujeres del mañana.


Introducción por: Antonio Aguilera García




“Como bien dices nuestra sociedad se fue descabalgando del natural y, a la vez, instintos primarios, conforme íbamos avanzando en la historia;, a veces para bien y en ocasiones para mal, pero eso es tema largo y tendido qua ahora no ha lugar (cuando puedas te lees la saga del CLAN DEL OSO CAVERNARIO)
Ahora no tengo material acreditado por estudiosos a mano sobre la adolescencia y la relación entre padres e hijos en esa etapa, pero desde mi experiencia, no sólo como madre, sino como maestra que enseña en el primer ciclo de la ESO que es donde se concentran todos estos seres en edad de villanía, egoísmo y con aspecto de hormonas con patas puedo expresar algunas conclusiones a tal asunto:
1º Que los padres y madres hemos de hacernos a la idea de que es una enfermedad que se pasa a dos bandas, padres a un lado (al mismo lado, si no sería a tres bandas y eso supondría un descontrol) e hijos al otro.
2º Que se ha de preparar uno a recibir envites de toda clase y a suavizarlos y remediarlos de la mejor manera posible, pero nunca dejarlos como si nada sucediese.
3º Que seremos las peores personas del mundo en un tiempo, sólo por contrariar y contradecir los intereses de nuestros tiranos y rebeldes hijos, pero que si lo hacemos sin miedo, esto es, marcando (o meando territorio ), según instintos más primarios, ellos entenderán cual es su escalafón de vínculo en la manada donde viven. Jamás pueden ver amedrentamiento y temor alguno en los padres, si no ellos mearán enciman y marcarán su territorio donde no deben: estaremos perdidos.
4º Que todo lo anterior necesita mucho sacrificio y tener que dejar de hacer las cosas que a los padres nos gusta, pero que los hijos son lo primero aunque nos pongan al borde del infarto. Yo no he podido dedicarme a cosas que me gustan hasta que no han sido mayores y maduros. Cuando no querían venir de vacaciones, una de dos, o los obligaba a venir (hay que sopesar, pues con un mal rollo fuera de casa se pasa mucho peor, o simplemente no iba)” 5º Salón común controlado en tiempo y temas por papá y mamá. Internet se anula cuando se quedan por algún motivo solos en casa (se busca la manera, yo me llevaba hace 10 años el modem en el bolso).
6º Lo que uno de los padres diga en primer lugar en torno a castigos y permisos es irrevocable por parte del otro (de ahí que se deba estar en el mismo lado). A mí me tocó lidiar, pues pasaba la mayor parte del día con ellos, pero cuando su padre llegaba ya estaban los problemas solucionado; jamás les decía "verás cuando venga tu padre", me hubiera restado credibilidad y hubiera sido a sus ojos presa débil. Su padre era informado a la llegada de las novedades del día, pero castigos y decisiones eran ya dispuestos de manera implacable e irrevocable: el pescado vendido, vamos! ni que decir tiene que la bruja de la casa era yo , ejejej, pero no me importó. Ahora me alegro muchísimo.
7º Como son menores, pienso personalmente que los padres tienen derecho a investigar todo lo que hagan, incluso correspondencia y cajones, debajo del colchón de su territorio (habitación). Luego hay que ser sutil y no dar importancia a anotaciones de flirteos y demás. Si hubiere algún indicio de que tiene relaciones sexuales, sólo advertir, sin aludir al descubrimiento que es necesario prevenir embarazos y enfermedades con el reglamentario "antifaz" y con un poco de madurez, además subrayar que este tipo de relaciones no deben de comprometerles con nadie (ni deben usarlas para comprometer a nadie).
Si se descubre cualquier cosa que pueda hacernos sospechar que entrañe peligro, siempre con discreción y no hablar nunca del tema a no ser que ellos lo saquen y uno le siga la conversación como si no se supiera nada, la elegancia es la elegancia.
8º Inculcar el sentido de la responsabilidad en casa, donde trabajamos todos es imprescindible, si cumple obligaciones habrá paga o extras si no, no hay nada. No es negociable que adquieran, que deseen, sin que se cumpla la parte del contrato en obligaciones que les pertenece y ahí, los padres hemos de ser inflexibles, nada de lástima ni dejarse chantajear emocionalmente por estos enanos que se crecen y empiezan a pedir como si estuvieran dando y acaban creyéndose que han nacido para merecer.
9º Estar siempre cuando nos necesiten, llorar y reír con ellos desde que son pequeños dedicándoles todo nuestro tiempo sin hacerles sentir que nos cortapisan, aunque lo hagan (nos aguantamos).
10º Y, sobretodo, mucho Amor. Es lo que transmito a las madres y padres de mis alumnos-as cuando vienen desesperados a hablar conmigo.

viernes, 6 de agosto de 2010

CARTA A MI HIJO

CARTA A MI HIJO




… Hijo, no sé cómo empezar. Me falta experiencia. Tu madre ha sido quien se ha ocupado siempre de estas cosas. Ya sabes, las mujeres, sobre todo las madres, tienen para esto más tacto. Yo solía decirle que bastante tenía con bregar en el trabajo como para andar preocupándome por las pataletas de cualquier maestrilla melindrosa. Pero a mí esto de ahora me está superando y tengo cosas tan complejas que contarte que no encuentro la manera de hacerlo sin que cambie demasiado la opinión que puedas haberte forjado sobre mí….

Cuando regresamos del Centro en el que vas a vivir hasta tu mayoría d edad, me caí con todo el equipo, como suele decirse, y me encontré de repente en el extremo opuesto de lo que soy o de lo que creo ser: aislado del mundo, paralizado, incapaz de articular palabra, de atender las llamadas de teléfono, de sentarme a la mesa para comer, incluso de darme una ducha y afeitarme. Tu madre está rota, pero se afana para sacarme del estado tan lamentable en que me hallo. Esta mañana se acercó a mí; había tanto dolor en su rostro que sentí miedo. “No te me hundas, tú siempre has sido el más fuerte”- me dijo apoyando su cabeza sobre mi pecho, buscando no sé si consuelo o protección- Así permanecimos más de una hora. En ese espacio de tiempo logré vislumbrar la salida del oscuro túnel en el que nos hallamos los tres. Es como si la fragilidad de tu madre me hubiese brindado de pronto la fortaleza necesaria para afrontar las circunstancias y sobre todo para escapar de ellas.

A simple vista, aquí hay un único culpable, que eres tú por el delito que has cometido, pero he llegado a la conclusión de que el origen de tu comportamiento está en mi actitud equivocada a la hora de educarte. Hemos tenido que cometer errores muy grandes para llegar a esto, hijo. Y dicen que los errores, tarde o temprano, se pagan. Es necesario hacer borrón y cuenta nueva y empezar a conducirnos de manera diferente si queremos aspirar a otra vida. Tal vez sea tarde, pero hemos de intentarlo. Por eso es imprescindible que hablemos a corazón abierto tú y yo. Me toca a mí mover ficha…

Mira, yo siempre he creído que, aparte de los lazos naturales entre padre e hijo, nosotros somos dos colegas unidos por ese vínculo tan especial que se crea cuando compartes afición por el fútbol, por la caza, por la competición o las apuestas. Aparte de eso, siempre he tenido a orgullo el haberlo dado todo por ti, el haber sido capaz de conseguir mensualmente el dinero para que no te faltara de nada, el afrontar con decisión hipotecarnos de por vida para que puedas crecer en una vivienda con todas las comodidades. Desde que naciste me he esforzado en alejarte de cualquier tipo de penurias; con las que yo he pasado hay bastante. Pero, por raro que parezca, lo que ha pasado contigo me ha llevado a preguntarme si he sido y soy un buen padre… creo que no…

Para ser padre o madre se requiere un aprendizaje, como para todo en la vida. Desde que somos pequeños hasta que nos adentramos en la edad adulta vemos cómo a nuestra alrededor todos se esfuerzan por enseñarnos datos y materias, bastantes de las cuales no nos sirven luego para nada. Pero a mí no me enseñaron nunca algo tan útil en la vida como educar a un hijo. Esa carencia ha acarreado consecuencias dolorosas para mí, para tu madre y, sobre todo, para ti. Ojalá me equivoque, pero creo que si algún día tienes hijos, ellos también serán víctimas del deplorable legado que vamos transmitiendo de generación en generación.

El primer día que inicié mis estudios de primaria, con sólo seis años, ya sufrí los golpes del maestro. Yo estaba acostumbrado al trato amable de mis padres y a la condescendencia de mi maestra del parvulario. Aquellas primeras bofetadas me hicieron más daño moral que físico. Volvió a repetirse en días sucesivos, así que comencé a mirar al maestro como el ogro de los cuentos que leían mis hermanos mayores y la escuela era un lugar donde acudíamos más a sufrir que a aprender. Los castigos severos y los palos, propinados con una crueldad que aún hoy me pone la carne de gallina, provocaban en todos los alumnos un pánico incontrolable. Fuimos creciendo en una atmósfera de miedo y angustia y a medida que cumplíamos años, se iban endureciendo los métodos. Las tortas y tirones de orejas, dejaron paso a la temible palmeta, a la ridiculización, a las palabras hirientes, a los puñetazos, a los golpes contra la pizarra e incluso a las patadas. El miedo se convertía a menudo en pavor. Las lágrimas que derramábamos a diario dejaban pequeños regueros en el polvo de tiza que caía de la pizarra. Yo me convertí en un niño inseguro y asustadizo, siempre tenía miedo. Recuerdo que en casa solían preguntarme: ¿Y a ti qué te pasa? –Nada- respondía yo- haciendo algo improvisadamente para desviar la atención. Los domingos por la tarde un velo de tristeza se cernía sobre mí como la sombra de un nubarrón. Me abandonaba la natural predisposición infantil hacia el juego y, aislado, me sentaba a rumiar mis temores, sin capacidad ninguna para compartir la diversión general ni apurar las horas que quedaban. La mirada iracunda y la papada temblorosa de mi maestro cuando asestaba con fuerza descomunal sus palmetazos en mis manos componían un horizonte siniestro y aterrador. El jolgorio de la plaza acentuaba más si cabe mi soledad ante el peligro, creía ser el más débil y me sentía desgraciado a tan temprana edad. Este suplicio duró ocho años.

Un día, después de una buena zurra regresé a mi pupitre y con la cara escondida lloré amargamente. Pero el temor se acabó ahí; con trece años tenía edad suficiente para tantear otras formas de sentir y reaccionar: reconocí en un acto de sinceridad mi repulsa personal hacia el maestro, experimenté un odio feroz hacia los métodos de aquel tipo, y me aventuré a dejar fluir un sentimiento de ira incontenible contra no sabía muy bien quién o qué. Entonces pronuncié entre dientes una frase: cuando sea mayor y tenga un hijo, como yo pueda ningún maestro la va a hacer lo que este me hace a mí. Esta frase, puesta en boca de un niño de trece años, puede mover a risa a cualquiera, pero la determinación con que la dije me ha acompañado siempre. Y hoy me arrepiento de ello.

Renuncié a los estudios y comencé a trabajar en el taller. La vida ha cambiado bastante: algunos de mis amigos se han convertido en maestros y sé con certeza que distan mucho de parecerse a aquél hombre, sus métodos de enseñanza no son aquellos, ni siquiera se parecen. Yo, que tenía pesadillas con los cuadernos y libros, descubrí le lectura a través de tu madre, que me la inculcó con la dulzura propia de una mujer enamorada. Por amor leí a Bécquer, a Machado, a Delibes, a Cervantes, el Lazarillo… bueno tú conoces de sobra la biblioteca que tenemos en casa. Esto me ha llevado a pensar que sin aquellas torturas de infausto recuerdo, quizás me hubiera ilusionado con la escuela, con los estudios, incluso me podría haber decidido a estudiar para maestro. Pero lo que hemos vivido nadie tiene potestad para cambiarlo.

A veces me piden que haga un esfuerzo por entender en su contexto a aquel profesor, pero un niño maltratado no entiende de contextos. Si te digo la verdad no le guardo ningún rencor aunque nunca pude desprenderme de aquellas vivencias que me marcaron para siempre; lo sé porque cuando tu madre estaba embarazada de ti sentí que algo en mí se ponía en guardia. La frase pronunciada tantos años atrás resurgía con toda su fuerza y martilleaba mis sesos el primer día que te llevamos a la escuela. Analizaba cada comentario que tú hacías buscando palabras y actitudes reprobables en todos los maestros y maestras; así comenzó una larga sarta de enfrentamientos con ellos, día tras día, curso tras curso. Les pedía explicaciones de todo, a veces de muy malas formas, y siempre sacaba la cara por ti, ahora sé que equivocadamente, poniéndome de tu lado, justificando tus meteduras de pata y tu indisciplina que iba en aumento a medida que ibas creciendo. Hubo varios hechos graves que en lugar de hacerme reflexionar de manera objetiva acerca de tu conducta, no hicieron sino reforzar mi tozudez y dar vuelos a tu incorregible comportamiento. Creía que mi proceder era el más apropiado, el de un padre que se desvela por su hijo. Si hubiera sabido mirar el presente, jamás se me habría ocurrido condicionar tu futuro resucitando mi pasado.



Las cosas fueron a peor. Las expulsiones, cada vez más frecuentes, las reuniones del consejo de disciplina del colegio, tus notas desastrosas, tu apego a la “play”, al televisor, a internet, en definitiva, tu falta de motivación en la escuela, en casa, con los amigos, tu vida anárquica, ajena a todo deber, tu rechazo frontal hacia cualquier tarea que suponga esfuerzo o agobio para ti han desembocado en esto. Cuando me llamaron urgentemente al centro escolar y vi salir a la maestra- la que solía sacarme de quicio con sus reproches- en ambulancia supe de golpe que habíamos (los dos, tú y yo) llegado demasiado lejos y tomé consciencia de todos los errores cometidos a la hora de educarte. Yo sé que la palmeta que aquel maestro hacía restallar sobre mi mano, resuenan ahora en las tuyas y en las de tus posibles hijos; ella es la culpable de todo lo que ha pasado, pero también nosotros por no esforzarnos en cambiar las cosas que creemos perniciosas de forma inteligente y civilizada. Espero que el tiempo que estés ahí te ayude a reflexionar sobre lo que se puede y sobre lo que no se puede hacer en la vida, que te propongas un borrón y cuenta nueva; que aprendas a juzgarme como padre y educador, ahora que eres conocedor del origen de mis errores y de mi falta de visión y de voluntad para corregirlos. Sólo espero eso. Y que no sea demasiado tarde, hijo.



Antonio osuna Ropero

viernes, 23 de julio de 2010

BASURA POR DOQUIER

BASURA POR DOQUIER: GRAN HERMANO


"Tengo que confesar, como si de un gran pecado se tratara, que no veo "Gran Hermano" ni otros programas similares. ¿Las razones? Entre otras, que me lo ha prohibido el médico. Me lo prohíbe mi religión, me lo aconseja mi estómago y, sobre todo, me lo prohíbe mi cabeza. Ella es muy mirada para algunas cosas. Se ha dado cuenta que el día sólo tiene 24 horas y algunas de ellas debe pasarlas desconectada, lo que se suele llamar durmiendo. El resto debe repartirlas entre trabajo, familia y aficiones.

Veo la tele a ratos, como tanta gente. No puedo presumir de ver los documentales de la 2, ni los preciosos programas divulgativos, esos no me los prohíben pero no me llaman demasiado. Con esto quiero decir que estoy dentro de la absoluta normalidad en lo que se refiere a gustos televisivos.

No veo Gran Hermano, nunca lo he visto. Pero las casualidades persiguen a los díscolos telespectadores y el otro día cenábamos con jóvenes (ellos y ellas) en mi casa. Cuando yo me senté a la mesa miré la tele y ¡Sorpresa! Un grupo de personajes disfrazados de vampiros decían unas horrorosas palabras, palabrotas y palabrotorras a voz en grito en mi televisión, aderezadas con actitudes grotescas y gestos obscenos. muy obscenos.

No daba crédito. Miré el reloj y eran las 22'10 h. Mis alumnos estarían todos despiertos, algunos, incluso, cenando en familia y alguno más, haciendo zapping, quiero suponer, seguramente estaría viendo las mismas imágenes que yo. No daba crédito.
Ninguno de los comensales parecía inmutarse, es más, les hacía gracia. Ganas me dan de reproducir aquí las bestialidades que se decían en el programa en cuestión, en la impunidad más absoluta. Después las explicaban y se explicaban con mayor o menor, sobre todo menor, fortuna.


Mercedes Milá, ¿periodista? ¿de prestigio? Se lo pasaba en grande eligiendo las imágenes más escabrosas e insultantes, parece ser, según me explicaron, que eso vende.

¡Qué pena de profesión!

¿Qué hago yo intentando educar a los niños y jóvenes en valores absurdos? La TV está en guerra con maestros y profesores. Nos arruinan las formas, los modelos, el trabajo, el esfuerzo. Es un colador que no cuela, por el que todo pasa y todo vale.
La curiosidad me puede casi siempre y he dedicado algunas tardes y noches a ver los programas que nos ofrecen las distintas cadenas en horario, digamos juvenil: ¡Vomitivo! Enredos de cama, de pasillos, de ducha, de puertas para adentro y puertas para afuera. Conversaciones de baño de discotecas reproducidas fielmente por los protagonistas de turno. ¡Para qué seguir, si todo el mundo sabe de lo que hablo!.

No lo descubro ahora, claro que no, pero los 5 minutos de GH del otro día han sido como la mecha que ha encendido mi indignación.

- No te pongas así, lo ve todo el mundo.
- Lo sé.


Y sin embargo no es eso lo que más me preocupa. Me revuelvo ante la impunidad de las cadenas televisivas que pueden poner lo que quieran a la hora que les convenga. los daños colaterales nunca han importado y nunca importarán".



Autor: Marina

Blog: http://marinahm.blogspot.com/

domingo, 11 de julio de 2010

EGO TE ABSOLVO: POR TERESA ARROYO "BIPOLAR"

Ego te absolvo

(Para ver la  imagen de este texto clik aquí)

El penitente cayó de hinojos en la penumbra del reclinatorio con estrépito y pidió clemencia al Padre que distraía los ojos adormilados en la lectura de las Bienaventurazas a la luz hiriente del Confesionario.

-“Ave María Purísima”

-"Sin Pecado concebida".

-Bendígame padre, porque he pecado.

-¿Cuánto hace de tu última confesión, hijo?

-Ayer a estas horas padre.

-Te atormenta tu espíritu en exceso.

-No Padre, yo confieso que he deshonrado los preceptos Sexto y Noveno de la Ley de Dios. Incluso he atentado contra el Décimo.

-Todos luchamos contra nuestros propios demonios, hijo, porque al fin y al cabo estamos hechos de la misma pasta que el resto de los mortales. Ahí reside tu empresa como novicio y es tu obligación vencerla. Pues quien vence a la carne domina al Diablo.

-No puedo vencerla, Padre. Soy débil. Muy débil.

El penitente dijo estas últimas palabras con un hilo de voz.


-El Señor comprende tu naturaleza y se apiada de ella. Haz acto de contrición y reza un rosario completo para apaciguar tu alma.

-¡¡USTED NO LO COMPRENDE!!

-Respeta. No eleves la voz, recuerda dónde nos encontramos.

-¡Escúcheme Padre! ¡Por caridad!

-Habla hijo.

-Ayer, durante la escenificación de la Última Cena…

-¿Te refieres a la celebración de la Homilia de Jueves Santo?

-Sí Padre.

-Prosigue.

-Mientras usted lavaba los pies diminutos e inmaculados de los niños apóstoles representando la antesala del calvario de Nuestro Señor Jesucristo…

-¿Sí?

-…yo gozaba imaginando que era yo mismo y no Usted, Padre, quién ungía esos pies descalzos y ascendía con lascivia por cada cuerpecito menudo disfrutando con el roce de la piel de esos querubines de Rafael.

El Padre contuvo un silencio incómodo ante la revelación del novicio. El penitente carraspeó provocando la respuesta del Confesor.

-Tus pecados se reducen a pensamientos impuros y poco recomendables. Deberías recluirte en tu celda durante un día entero para reflexionar y orar.

-Todavía no he finalizado con la exposición de mi purgatorio.


El hábito se revolvió con desazón en el sillón rojo y el Padre asió el crucifijo entre sus manos conociendo del cáliz detestable que le iban a dar a beber, como tantas otras veces.

-Padre… ¿Sigue Usted ahí?

-Sí, hijo. Continúa si es tu deseo (el Padre habló sin ninguna sinceridad en su invitación)

- Angustiado y con el corazón en un puño por mi ansiedad, celebré el final de la Misa para ofrecerme en la Sacristía como asistente de cámara de todos ellos para despojarlos de la casulla de monaguillos. En el fragor de la revolución de los pequeños que revoloteaban gozosos y exaltados, desnudé al más pequeño que era tierno y lechal como el cordero de Dios y besé su rostro y toqué sus partes íntimas sintiendo un placer inmenso para estar en comunión con el Altísimo pues compartí su carne ofrecida en bandeja de plata.


El Padre tuvo que contener la náusea apaciguando los puños y la ira.

-Padre ¿Perdonará Dios mi gula?

-Hijo, quizás deberías replantearte tu fe y buscar otro tipo de ayuda.

-Mi fe es incólume Padre y ésta es mi vocación. Dios es generoso y en él hallaré misericordia.

El Padre se limitó a repetir el repertorio de absolución encomiando al pecador a una semana de reclusión, ayuno y penitencia.


Todavía tardó una hora más en abandonar el Confesionario al que había apagado la luz para denostar que estaba fuera de servicio. Necesitaba digerir a oscuras tanta abominación. Se levantó con cien años más en su alma. Se arrodillo en el pasillo de la Iglesia piadosamente y rezó un Padrenuestro. Miró directamente a los ojos de pino de Jesús crucificado comprendiendo su pena insondable y atrancó la Iglesia.


Nada más entrar en casa, lo recibió un aroma delicioso a guiso casero y un rostro afable de mujer. Se desabotonó la casaca negra que colgó en el perchero y quedó un varón en vaqueros y camisa a cuadros de nombre Manuel.

-¡Qué bien huele Sara, pero esta noche no tengo apetito!

-¿Secreto de confesión?

-Sí, Sara. ¡Qué bien me conoces!

Sara introdujo sus manos por la desembocadura de botones de la camisa de Manuel para acariciar con ternura su pecho mientras se apoderaba de sus labios. Manuel recolectó el ósculo de dulce néctar, impregnándose de su bondad para eliminar toda la carga negativa de las últimas dos horas. Abrazó estrechamente a Sara y lloró sobre su hombro amargamente.

-Manuel, mi amor, yo te reconfortaré para aliviar tu aflicción.

Entrelazados subieron las escaleras al dormitorio. Allí Manuel se comportaba como un hombre. Sólo era un hombre con el peso a sus espaldas de un dios.

Teresa Arroyo "Bipolar". Blog http://serpientenilo.blogspot.com/

viernes, 11 de junio de 2010

AÑORADOS REBELDES: POR JOSÉ LUIS GARTNER

AÑORADOS REBELDES


“Es casi un milagro que los métodos de la enseñanza moderna todavía no hayan estrangulado del todo la sagrada curiosidad de la investigación”
No lo digo yo, lo dijo hace ya unos cuantos años Albert Einstein. Y sin embargo, a la vista de los acontecimientos, y de la alarma que estos desencadenan, todo hace parecer que la cuestión de los métodos no ha cambiado en exceso. Lo que sí ha cambiado ha sido el concepto de educación que tiene nuestra moderna sociedad de la tecnología y la abundancia: tenemos la convicción de que el único responsable de la formación de una persona es el profesor. El resto de la ciudadanía se lava las manos y señala como único culpable a un sistema educativo incapaz de dar en el clavo.

Existe una máxima de origen africano que viene a decir algo así como, “al niño lo educa toda la tribu”. Pero al parecer, en el caso español, la tribu anda dispersa en otros menesteres. La tribu no está por la labor, y sin embargo se cree con pleno derecho a verter críticas contra esto y aquello, sin un mínimo de fundamentación empírica.

Frente a un alarmismo generalizador sobre las grandes carencias educativas, cargado de lugares comunes y fiscalizador de las nuevas generaciones, no me cabe más remedio que situarme del lado de los jóvenes. Alguien tenía que hacerlo. Debe ser por esa manía que tengo de llevar la contraria. Y lo haré porque, a pesar de haber sido privados del derecho fundamental (y elemental) a la educación, de haber sido despojados del valor intrínseco de la autodisciplina y de habérseles mostrado el estudio como una obligación y no como una oportunidad de penetrar en el universo del conocimiento y la inteligencia, una inmensa mayoría de los jóvenes sigue llenando facultades, bibliotecas, teatros y salas de conferencias.

Se acusa a los jóvenes en general de todos los males de nuestra sociedad, cuando son ellos precisamente los que más generosidad han demostrado a la hora de afrontar esos grandes problemas que los adultos les hemos dejado. En nuestra injusta memoria, ya no queda nada de aquella imagen de los voluntarios de toda España que limpiaron el alquitrán en las playas de Galicia sin exigir ninguna compensación económica. Tampoco recordaremos las largas acampadas de aquellos muchachos que exigían la inversión del 0,7 del P.I.B. en proyectos de desarrollo para países desfavorecidos por la dictadura del mercado. Creo yo que algún valor moral denota tan generosa acción. Los adultos tildaríamos de ingenuo al que trabaja sin exigir un sueldo a cambio de recoger chapapote.

Nada de esto significa que todo lo referente a la educación sea un camino de rosas.

Resulta evidente que una parte de nuestros menores acusa una peligrosa pérdida de valores, una preocupante ignorancia sobre el hecho de que toda acción debe tener sus consecuencias. Empiezan a menudear los casos en los que se pone de manifiesto que ciertos individuos carecen de la capacidad de empatizar, de colocarse en el lugar del otro.

Ahora bien ¿Acaso ese tipo de valores éticos pueden adquirirse por ciencia infusa? Y aún más, ¿es posible que toda la responsabilidad sobre ese tipo de carencias caiga siempre sobre el personal docente? Y lo que es más preocupante ¿se ha conseguido alguna vez en la historia transformar a un energúmeno en un ciudadano a base de medidas drásticas de tipo penal?

Personalmente, albergo cierta sospecha de que una sola persona tiene muy difícil lo de influir en los valores de un grupo de jóvenes. Pero, como sucedió con la pandemia de sida, sabemos que un problema estructural debe ser atacado desde varios puntos. No me estoy refiriendo a una buena coordinación entre padres y docentes, sino a la asunción de verdaderas responsabilidades por parte de toda una sociedad. No es de recibo que la labor de profesores y padres se vea tirada por los suelos gracias al poder destructivo que posee el medio televisivo. Los niños aprenden desde muy pequeños que la celebridad, la buena vida, el triunfo y el éxito económico, se pueden conseguir a base de indolencia, ordinariez, inmoralidad y ramplonería.

Ya que la pantalla les ha robado la capacidad de imaginar, al menos debería formar parte de un compromiso educativo a todos los niveles. Me niego a admitir que la televisión sea un simple medio de entretenimiento, ese postulado es de una simplonería que insulta a la inteligencia. La televisión e Internet son el reflejo de toda una sociedad; en ellas vemos nuestras pequeñas virtudes y nuestras múltiples carencias. Son medios de masas y como tales se prestan a la manipulación y la difusión de verdades a medias, pero también son una herramienta llena de posibilidades para influir positivamente en la conducta de los individuos. El problema radica en que a los poderes fácticos no les conviene tener frente a sí un pueblo inteligente, culto y dotado de criterio. Eso iría contra sus propios intereses. El poder prefiere disponer de una audiencia fácilmente manipulable, porque esa es la mejor manera de perpetuarse y evitar tropezones en el futuro.

Y sin embargo, todos los temores que atenazan a nuestra hipócrita sociedad con respecto a los jóvenes, apenas tienen importancia comparados con el peor de los peligros: la pérdida de la rebeldía. Las sociedades modernas siempre han avanzado porque en algún momento de su historia hubo individuos que supieron y tuvieron el valor de ir contracorriente. Una sociedad compuesta fundamentalmente de espíritus conformistas está condenada al más absoluto marasmo. Si una generación que tarde o temprano estará llamada a adquirir responsabilidades de índole político, ha nacido marcada por la falta de compromiso y el resignado pasotismo de sus predecesores, tendrá todas las papeletas para fracasar en todo aquello que afronte. Sin conciencias críticas, sin inconformismo moral y sin la añorada presencia de la Santa Rebeldía, nuestra soñada república quedará para siempre condenada al desengaño, convirtiéndose de nuevo en el objeto de chascarrillo para los pragmáticos.

Ir contracorriente puede tener sus inconvenientes, pero al menos es la única manera de verlas venir.

                                                                               Jóse Luís Gartner

lunes, 31 de mayo de 2010

PORTADA REVISTA EL ESPOLON Nº 6

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del Espolón nº 6.

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